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La buena intención

Con cierta frecuencia escucho frases o exhortos, de parte de personas que están en una posición jerárquica en alguna organización, como los siguientes ejemplos. Las escucho ya sea directamente o avaladas por tales personas:

“El cuestionar, nos abre a posturas críticas que nos permiten filtrar lo que sí debemos conservar y desechar lo que nos estorba”

“Es necesario estudiar profundamente la Biblia para entenderla y practicarla”

La intención detrás parece muy buena, impecable, al considerar las frases aisladas. Si la autoridad consistiera tan sólo en tener buenas intenciones y desear el bien para los demás pues no habría necesidad de jerarquías de autoridad pues casi cualquiera es capaz de albergar buenas intenciones y publicar exhortos. La idea de autoridad requiere cimientos más sólidos para fundamentar la potestad, facultad o legitimidad que implica. Podría ser que nadie esté diciendo que las buenas intenciones y los exhortos sean suficientes para ejercer la idea de autoridad. Sin embargo, tal vez sí están diciendo precisamente eso por medio de su conducta. Me explico:

Los verbos centrales en las frases anteriores son, respectivamente, cuestionar y estudiar profundamente. Las frases parecen querer persuadirnos de lo positivo en tales acciones. Pero los efectos positivos, respectivamente, filtrar y desechar, entender y practicar, están en función de que la audiencia, en efecto, sepa cómo llevar a cabo tales acciones centrales. Si el exhorto tan sólo asume que las personas sabemos cómo cuestionar, cómo estudiar profundamente, pero no es aderezado con medios para que la audiencia se introduzca por sí misma en la esencia de tales acciones entonces se trata de un exhorto que proviene de una autoridad sin fundamentos.

Por tanto, quien esté en una posición desde la cual exhorte a los demás, necesitará primero identificar los supuestos de su exhorto y luego proveer medios por los cuales en su audiencia tales supuestos resulten ser el caso.