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La hora del planeta no termina a los 60 minutos

Mañana sábado, día 27 de marzo, tendrá lugar La Hora del Planeta, una iniciativa de WWF para llamar la atención sobre el cambio climático y el consumo energético irresponsable. Entre las actividades programadas, se encuentra un apagón que se espera que secunden millones de personas en más de 6000 ciudades de todo el mundo, y que tendrá lugar entre las 20.30 y las 21.30.

Nosotros nos apagaremos, claro, porque iniciativas como ésta hacen falta para llamar la atención sobre un problema polémico y preocupante que debe afrontarse con seriedad y rigor desde las instituciones. Pero no acaba aquí la cosa. No me gustaría que en las mentes de todos los actores implicados en esta cuestión (que, a fin de cuentas, somos todos) quedara la impresión de que apagarnos durante una hora es suficiente.

Las acciones para racionalizar el consumo de energía, o minimizar el impacto medioambiental de las actividades humanas deben tener continuidad, ya que parece que aún no son lo habitual. Y, en este sentido, y por paradójico que pueda parecer a priori, la tecnología o, mejor dicho, las tecnologías de la información tienen mucho que aportar.

En el último número de la revista Futures (que edita Microsoft Europe), muy centrado en cuestiones de sostenibilidad y medioambiente, podían leerse varios artículos donde la tecnología por y para la ecología era la protagonista. Desde el ahorro de hasta un 50% en costes energéticos que posibilitan los centros de datos de última generación como el mega-centro que Microsoft tiene en Dublín, a cómo las mejoras tanto en software como hardware facilitan un mejor estudio sobre las condiciones climáticas y ambientales regionales con el llamado The Swiss Experiment (que investiga las condiciones y cambios en regiones montañosas).

Eye on Earth

Eye on Earth es otro proyecto en esta última línea, realizado en conjunción con la Agencia Medioambiental Europea, pero mucho más enfocado al dominio público que a la investigación. Se trata de un observatorio online que permite contrastar la limpieza de las aguas destinadas al baño en 27 países europeos (incluyendo todas las playas de España, por ejemplo), así como la calidad del aire. Admite, además, aportaciones de los usuarios, generando así un mapa en tiempo real del estado medioambiental que irá sumando características con el paso del tiempo.

Otros ejemplos a menor escala y más específicos serían, por otro lado, los servicios en la nube o las tecnologías de la virtualización, que ahorran costes en equipos y, por tanto, en el impacto ecológico global de una pequeña o mediana empresa. O, acercándonos también al ámbito del hogar, un sistema operativo que permita a su vez ahorros gracias a una gestión energética más eficiente.

Son solo muestras de cómo las tecnologías de la información pueden ayudar a limitar el impacto que la tecnología, en el sentido más amplio del término, como parte de la actividad humana, tiene sobre el ecosistema global; y a facilitar y mejorar la gestión medioambiental, tanto a nivel de recursos como de conocimiento de los procesos muchas veces imperceptibles que tanto nos afectan como sociedad y especie.

No hay que perder de vista, por tanto, que nuestro impacto sobre el medioambiente es constante, que las acciones y costumbres deben tener continuidad en el tiempo, y que la responsabilidad nos engloba a todos: a las instituciones, a los ciudadanos y a las empresas, como agentes con impacto ambiental, y como proveedores con responsabilidad a la hora de ofrecer productos y soluciones que contribuyan a la eficiencia energética, la sostenibilidad y todas esas palabras que deberían servir para algo más que adornar titulares.

Olvido Nicolás, Directora de Responsabilidad Corporativa

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