Héctor Montenegro: Ponencia en la Comisión de Industria del Congreso de los Diputados (2 de 3)
Como decíamos ayer, aquí va la segunda parte de la ponencia que Héctor Sánchez Montenegro ofreció ayer ante la Comisión de Industria del Congreso de los Diputados y que está compartiendo en tres entregas desde su blog:
«Llevamos tanto tiempo hablando de Internet en el capítulo de “Nuevas Tecnologías”, que realmente nos preguntamos cual es el periodo de caducidad del adjetivo “Nuevas”. Por tanto no es mi propósito compartir con sus señorías obviedades sobre lo importante que es la Red de Redes, la importancia de su existencia, de su libertad, de su crecimiento, de las oportunidades que de forma democrática se ofrecen a cualquiera de sus usuarios, el acceso a la información, los servicios y un largo etcétera de beneficios tan evidentes como importantes, que no en vano en algunos países como Finlandia el acceso a la Red se ha llegado a convertir en un derecho constitucional.
Es por ello que la segunda parte de mi exposición la centraré en un capítulo muy especial y disruptor para el que debemos estar realmente bien preparados, que conocemos como Cloud Computing o Computación en la Nube, cuyo acceso mediante redes de alta eficiencia será una condición necesaria e imprescindible para aprovechar y liderar este cambio de paradigma tecnológico y económico, aspectos sobre los que la Agenda Digital Europea presta de forma explícita su atención, porque si bien actualmente Europa es la región del mundo con niveles medios más elevados de penetración de la banda ancha (24,8 %), sus redes deben desarrollarse y modernizarse. Por ejemplo, hoy en día sólo el 1 % de los europeos dispone de una conexión ultrarrápida a internet por fibra directamente en sus hogares, frente al 12 % de los japoneses y al 15 % de los surcoreanos.
Las medidas adoptadas recientemente por la Comisión, y el establecimiento de ambiciosos objetivos de penetración de banda ancha de 100 Megabit/s para al menos la mitad de los ciudadanos de la UE de aquí al 2020, son un estímulo para la inversión pública y privada, y además impulsarán sin duda la demanda de servicios prestados a través de estas redes, como son aquellos relacionados con el Cloud Computing en si mismo.
En los comienzos de cualquier nueva tecnología, tenemos la costumbre de tomar términos de nuestro día a día y utilizarlos de una forma en la que la gente difícilmente consigue entenderlos. Quizá no sea sorprendente que una industria que ha acuñado términos tan diversos como “Ratón”, “Ventana” o “Virus” acuda ahora a la meteorología para describir otro gran desarrollo: El cloud computing o computación en la nube.
Tampoco es extraño que el resto del mundo no tecnológico no sepa que queremos decir con eso del Cloud Computing. De hecho un estudio reciente encargado por Microsoft mostró que el 76% de los usuarios o no habían oído nunca el termino Cloud computing, o si lo habían hecho, no sabían exactamente a que se refería dicho término. Sin embargo, a pesar de esa falta de familiaridad con el término, el 86% ya estaban utilizando algún tipo de servicio catalogable como cloud.
No es mi intención profundizar en esta mesa sobre la definición sesuda y estrictamente tecnológica sobre lo que es y no es el Cloud, planteada con gran consenso y aceptación por el NIST americano (National Institute of Standards and Technology) y que define el Cloud Computing como: “un modelo que habilita una manera adecuada de acceder bajo demanda a un conjunto de recursos de computación configurables (es decir, redes, servidores, almacenamiento, aplicaciones y servicios) que pueden ser muy rápidamente provisionados y liberados con un esfuerzo mínimo de gestión o interacción con el proveedor del servicio”.
Una descripción más exhaustiva nos pondría sobre la mesa términos y conceptos como el “auto servicio bajo demanda”, “Acceso universal”, “Compartición de recursos”, “Elasticidad inmediata”, “Servicio medido”, así como diferentes modelos de prestación de servicios en la nube como el “Software como Servicio”, la “Plataforma como Servicio”, la “Infraestructura como Servicio” o modelos de despliegue tan pintorescos como “Nube privada”, “Nube Pública”, “Nube híbrida” o “Nube comunitaria”.
En definitiva, a diferencia de otras grandes revoluciones tecnológicas recientes como la transición entre los Mainframes y los entornos Cliente-Servidor o las Arquitecturas Orientadas a Servicios o el mismo Internet, en el cloud computing no hablamos tanto de la Revolución del Qué, sino más bien de la Evolución del Cómo. Es decir, la evolución en la forma de exponer servicios de computación, consumirlos, provisionarlos, eliminarlos, contabilizarlos, facturarlos, contratarlos etc..
Estamos ante una de las grandes revoluciones tecnológicas de los últimos años e invitaría a sus señorías a pensar actualmente en el cloud computing como los albores de un nuevo suministro básico como lo fue en su momento el suministro eléctrico, la distribución de agua o de gas etc.. El acceso bajo demanda, el pago estricto por uso, el acceso casi ilimitado a una enorme capacidad de recursos y servicio, la compartición de las fuentes de producción, o la enorme capacidad que se proporciona a quien consume el servicio etc., guarda enormes similitudes con la más familiar industria de las utilities. Estos recursos de computación son en este caso ofrecidos por proveedores de cloud, que los gestionan en grandes centros de datos remotos y prestan servicio a múltiples clientes que acceden a ellos a través de cualquier dispositivo conectado a Internet.
Determinadas tecnologías fuera del alcance de este texto han permitido visualizar y hacer realidad este escenario, pero lo que realmente posiciona al Cloud como una disrupción y una nueva era, tiene más que ver con la economía y la democratización tecnológica asociadas al cloud, que con cualquier otra cosa. Y la historia más reciente nos enseña que los criterios económicos se imponen y fuerzan las grandes transiciones tecnológicas en la industria.
Aunque muchas de las discusiones actuales en torno al cloud transcurren en gran medida en torno a complejidades técnicas, necesidades y objeciones de los usuarios, y aun siendo muy importantes todas esas consideraciones, y se esté trabajando activamente para resolverlas, la economía subyacente tiene un impacto muchísimo mayor en la transcendencia y velocidad de implantación de cualquier nueva tecnología disruptiva.
En la época dorada de los mainframes, los responsables informáticos visualizaban las tecnologías recién llegadas de Cliente/Servidor como unas tecnologías de consumo inviables como sustitutivas de los mainframes. 10 años después dominaban el mercado. De la misma manera, las primeras tecnologías de virtualización no eran aceptadas fácilmente por estos responsables aludiendo motivos de seguridad, disponibilidad, compatibilidad, rendimiento etc .. Pero la mitigación de esas percepciones, junto, y fundamentalmente, con ahorros reales de más del 25%, aceleraron su ritmo imparable de adopción.”
Y mañana el último capítulo.»