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Profesionalismo

He estado reflexionando sobre cómo podría formular un programa de autoeducación para quienes estamos interesados en elevar el nivel de profesionalismo en la creación de soluciones de negocio basadas en software. A continuación una sección al respecto:

«La actividad del programador, la persona que utiliza de manera cotidiana su intelecto y sus propias manos para crear y entregar soluciones basadas en software, quien está en el último eslabón de la cadena comunicativa para establecer el funcionamiento requerido en una computadora, aún no es popularmente comparable, por analogía, con la actividad central de un neurocirujano; es decir, aún no es popularmente comparable el tipo de profesional que es un programador con el tipo de profesional que es un neurocirujano. Sin embargo, a pesar de ser sólo una analogía, el efecto de ambas actividades resulta determinante en el funcionamiento del sujeto u objeto sobre el cual cada profesional pone sus manos.

Evidentemente, si la creación de soluciones basadas en software aún no es popularmente comparable con la actividad profesional de un neurocirujano se debe, en gran medida, a que las ideas y comportamientos de los propios programadores aún no son comparables a los de quien profesa la cirugía en cerebros vivos. También es evidente que a falta de ideas y comportamientos comparables se hace entendible la costumbre, provisoria y compensatoria, de aplicar, ante dicha carencia, las habilidades políticas tanto de dichos programadores como de sus administradores.

Sin embargo, sugiero tomar la anterior analogía tan sólo como una figura que nos oriente a reflexionar sobre nuestra propia actitud hacia dos tipos de profesionales: si reconocemos en nosotros dos actitudes distintas, una ante un neurocirujano y otra muy distinta ante un creador de software, entonces, como personas involucradas en la creación de soluciones, y como alguien consciente del porqué de sus ideas, opiniones y actitudes, debemos también poder dar cuenta de las maneras en que resultamos ser parte de las causas de dicha diferencia de actitud y, además, de las interpretaciones populares imperantes acerca de nuestra actividad.

¿En qué medida somos nosotros mismos, como industria, responsables de nuestro propio empobrecimiento profesional ante el público en general? De resultar acertada la estimación de que nuestra sociedad es una sociedad del espectáculo, donde se engrandece lo superfluo y lo utilitario a costa del valor humano, ¿cuán lejos hemos permitido que avance dentro de nuestra actividad el mismo pragmatismo acrítico imperante en esa sociedad?

Preguntas de esa envergadura son las que este programa propuesto de autoeducación se plantea indagar. Así mismo, dicha indagación deberá abarcar, desde la autocrítica, la producción teórica necesaria para cimentar los conceptos, capacidades y comportamientos que nos ayuden a elevar nuestro nivel de profesionalismo.»